Quien te envidia suele estar mucho más cerca de lo que crees

Quien te envidia suele estar mucho más cerca de lo que crees
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Muchas veces ubicamos a las personas envidiosas bien lejos de nuestro entorno y le atribuimos esa condición hacia con nosotros, a personas que nos han demostrado que quizás no nos tienen buena estima.

Pero lamentablemente la envidia es muy frecuente en los círculos más cerrados, en donde muchas veces depositamos el afecto y la confianza. Que alguien nos envidie no significa que no nos quiera. La envidia puede sentirla un hermano por otro, puede darse en la pareja, entre buenos amigos y sí, hay afecto, pero también hay ganas de mantener una superioridad, una ventaja o al menos condiciones parecidas.

Incluso quien siente envidia por alguien muy cercano, puede tener como móvil que el éxito el de esa persona, que el alcanzar una meta o cumplir un sueño, pueden ser factores que abran una brecha entre ellos. La envidia se combina con afecto, con miedo, con apego, con egoísmo, con celos…

Ambas partes resultan afectadas

La envidia obviamente perjudica a quien la siente. Esa persona ya al sentir un malestar en sí, por ver ocurrir en el otro algo bueno, ya se coloca en una posición de desventaja, porque vibrar desde una frecuencia de malestar, nos hace atraer experiencia de la misma índole. Quien envidia muchas veces puede potenciar al otro y no lo hace por no verlo llegar más lejos, incluso a veces es capaz de interferir consciente o inconscientemente en el camino del otro, ampliando de esta manera el número de afectados por su actitud.

Cuando envidiamos, de alguna manera estamos diciéndole a la vida que nosotros no somos capaces de lograr, de ser, de tener algo que otro sí encontró el camino para llegar allí. Debemos aprender a admirar a los otros, a verlos como ejemplos, como los modelos para ser y hacer lo que nos proponemos.

Vibrando con el éxito

Tener éxito a nuestro alrededor, aunque no sea propio, nos hace vibrar con ello y acercarnos a ese que buscamos. No debemos preocuparnos tanto por lo que hacen los demás, sino más bien ocuparnos en ser nosotros quienes queremos. Si vemos algo que no nos agrada, evitemos darle mucha importancia, recordando que aquello a que le damos atención, es como si colocáramos una lupa que lo hace crecer o al menos sentimos que así es.

Pero cuando algo nos guste, tomemos de allí lo mejor, veamos los pasos recorridos, lo que le ayudó y le perjudicó al momento de seguir un camino, aprovechemos de la mejor manera la cercanía a esa persona que consiguió algo que nos gustaría tener.

A veces las personas envidiosas ni siquiera desean algo que tenemos, solo quieren que no lo tengamos. Pero entendamos que en cada uno de nosotros hay un ego, que siempre se siente amenazado, que busca la manera de que resaltemos, que se ofende y se asusta de nada. Ese ego, hace mirar con recelo los avances ajenos. El ego está en todos, depende de cada uno el manejo que le dé y como canalice e integre a su vida lo que mira y lo que experimenta.

Sin satanizar

No nos espantemos con la gente envidiosa, no es tan anormal, ni tan grave como se suele pensar. El ego es como ese niño que quiere que su juguete sea el mejor, que no quiere que el otro lo toque y aunque seas su persona más amada, te hará un berrinche si lo agarras o si te presentas con alguno mejor que el que él tiene.

Tengamos paciencia y si hemos podido detectar focos de envidia cercanos, procuremos inyectar confianza en esa persona, impulsándola a conquistar cada una de sus metas y proyectos y calmar un poco ese ego, recordándole la persona valiosa que es y todos los recursos maravillosos con los que cuenta.

Por: Sara Espejo – Reencontrate.com


Sara Espejo