Nuestro cuerpo enferma cuando…
Nuestro cuerpo corresponde a una perfecta disposición de elementos que se integran para conformar cada uno de nuestros sistemas, que entre sí, con una coordinación perfecta, hacen posible nuestra vida en este magnífico vehículo.
Nuestra naturaleza es tener una salud perfecta, que todo opere en armonía con el universo. Sin embargo, nuestro perfecto sistema puede fallar y enfermar cuando lo colocamos sometido a alguna de estas situaciones:
No somos capaces de decir que sí o que no oportunamente:
A veces queremos decir sí y nos da pena o miedo y terminamos por negarnos y otras queremos decir no y aceptamos por temor a ser criticados o rechazados.
No sabemos ofrecernos descanso:
No sabemos cuándo ni cómo parar, nos cargamos de tareas y actividades y jamás tenemos tiempo para nosotros. Incluso las pocas veces que nos tomamos un respiro, lo hacemos con culpa y deseando compensar ese tiempo lo más pronto posible.
Guardamos rencores y culpas:
Nos cuesta trabajo perdonar a otros y perdonarnos a nosotros mismos. Vamos acumulando el dolor que nos han generado, volviéndolo tan voluminoso y tan pesado que se hace imposible llevarlo sin que nos quiebre.
No apreciamos la vida y lo que ella encierra:
La vida es un regalo, el no poder agradecer esta oportunidad nos coloca en una posición de desventaja. La vida está cargada de detalles, de milagros a toda escala, que nos conectan con ese todo infinito de la cual somos parte. Despreciar la vida o sus pequeñas y grandes cosas nos desorienta en cuanto a la armonía que nos caracteriza por naturaleza.
Alargamos períodos de tristezas y añoranzas:
Ciertamente todos estamos expuestos a atravesar experiencias dolorosas, pero perpetuar ciertos estados de ánimo que nos alejen de nuestro bienestar, nos coloca en riesgo de que nuestro cuerpo nos pase facturas. El sistema inmunológico se debilita cuando no nos sentimos bien, obviamente el no procurar salir de ellos nos perjudica notablemente.
No aceptamos la forma de ser de otros:
Cada quien tiene una manera de ser y de hacer las cosas, no todos van a encajar en el patrón de nuestras expectativas y el no aceptarlo solo nos cargará de frustración y de una necesidad de control que no llegaremos a satisfacer. Aceptar a cada quien como es, resulta inteligente, obvio que el aceptar a alguien no significa que debamos permanecer a su lado, si el nexo permite una disolución. Debemos aceptar a todos, pero no estamos obligados a sostener nexos que nos generen infelicidad.
No nos aceptamos tal cual somos y nos convertimos en nuestros críticos y castigadores:
Nosotros mismos resultamos siendo un blanco fácil de nuestra mente y sus inconformidades. A veces nos cuesta aceptarnos y nos rechazamos, tratamos mal, resultamos intolerantes y además nos ofrecemos el peor de los tratos. No podemos escapar de nosotros mismos, pero nuestro cuerpo sí puede enfermar para hacer notar su desagrado ante el desamor al que ha estado expuesto.
La mejor manera sanar y prevenir enfermedades es aprender a silenciar el ego y darle paso al amor que caracteriza el alma.
Habla con tu cuerpo, ámate, cuídate, date espacio, dedícate tiempo, consiéntete. No tienes otro cuerpo para esta experiencia y nada como disfrutar de ella con salud. Recuerda que la salud es tu estado natural y si por allí se asoma alguna enfermedad, ten presente que el fin no es dañarte o robarte la vida, sino invitarte a vivir diferente, cambiando tus perspectivas, dándole un vuelco a lo que has venido haciendo y retornando a lo que verdaderamente eres.
Lleva contigo este mensaje: si no cuidas tu cuerpo, con todo lo que ello implica, ¿dónde vivirás?
Por: Sara Espejo – Reencontrate.com