Cómo darle color a la vida, luego de la pérdida de un hijo

Cómo darle color a la vida, luego de la pérdida de un hijo
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El perder a un hijo es una experiencia que jamás como padres podemos imaginarnos. Por leyes naturales, los padres deben marcharse antes de que lo hagan los hijos y creo que la principal razón es que podemos ser fuertes para despedir a nuestros padres, en espacial cuando han vivido una vida larga y plena, pero despedir a un hijo se puede hacer muy difícil de asimilar.

Nuestro corazón de madre o de padre espera que nuestros hijos tengan una vida larga, bella, llena de salud, de amor, de buenas compañías, de gratos momentos y no importa qué edad tengan si aún sus padres estamos con vida, ellos deben estar con vida también.

Pero bueno la vida no es así de lineal, así de programada, así de precisa y cosas pasan. Cosas que nos arrebatan a nuestros más grandes amores, que nos colocan en la posición más dolorosa que puede existir, de decirle adiós a esa persona a la que le dimos la vida, que cargamos y acariciamos tantas veces. Esa personita que nos despertó en la madrugada y que corría hacia nosotros con cualquier excusa.

No hay un momento en el que duela menos la partida de un hijo, incluso cuando no ha nacido, ya se siente tan nuestro, ya forma parte de nuestras vidas y ocupa un lugar tan especial en nuestras vidas, que si deja de existir, en esta primera etapa de su vida, ya nos deja un vacío que no seremos capaces de llenar.

La muerte para muchos es un evento trágico. Incluso en mi caso que tengo ideas tan esperanzadoras en relación a ese fin de ciclo, el hecho de no tener a mis seres queridos que se han marchado de este plano, como me gustaría, me oprime el corazón.

Pero lo cierto es que si nos vamos más allá de lo que podemos entender, podemos llenar nuestros corazones de amor donde hay dolor, de amor donde sentimos un vacío.  Nuestro hijo porta un alma que pactó con nosotros para esta experiencia vital, esos acuerdos tan cercanos, siempre pertenecen a esas almas con quienes vamos evolucionando y acompañándonos una vida tras otra, para contribuir en la evolución del otro.

Si nuestro hijo parte antes de nosotros, ya nuestra alma lo sabía antes de venir y ya él cerró este ciclo, pero quedamos unidos a él a través del amor, sin alejarnos, sin perdernos la pista, porque e breve nos volveremos a encontrar.

Ahora bien, mientras estamos acá, debemos aprender a vivir con la aparente ausencia, dándole valor a lo que nos invita a ver lo hermoso de la vida. La muerte no debemos verla como algo negativo, para allá vamos todos, algunos se nos adelantan y si nos entendemos eternos, no nos debe preocupar tanto este fugaz tiempo en el que transcurre nuestra vida.

Sin embargo, dentro de nuestro nivel de consciencia, debemos aprender a continuar, a recordar lo bueno, a alimentarnos de lo que tenemos cerca, aquí y ahora. Nadie reemplazará el lugar que ocupa un hijo, comenzando porque ese lugar nunca queda vacío, el amor continúa allí. Pero debemos darle atención a lo que nos dé alegría, nos conecte con la vida en su máxima expresión.

La vida no es injusta, la vida es hermosa tal y como es. Estamos continuamente experimentando y todo depende de cómo procesemos lo que nos ocurre. Pensemos en ese hijo que se ha marchado como la persona que vino a que lo colmáramos de amor, que nos enseñó una nueva manera de amar, que probablemente nunca supimos que existía, antes de él.

No todos tienen la dicha de haber tenido un hijo, incluso si se ha marchado antes de lo que nos hubiese gustado. Es por ello que lo más acertado es agradecer haber vivido esa experiencia como madre o padre de ese ser que vino entre otras cosas a alimentar nuestra alma y hacernos más fuertes. Bendice a tu hijo, esté en este plano o en cualquier otro, agradécele su presencia en tu vida y lleva lo mejor de él a donde sea que vayas.

Por: Sara Espejo –Reencontrate.com


Sara Espejo