El grosor de la armadura es proporcional a las heridas
Todos, sin excepción estamos expuestos a resultar heridos a lo largo de nuestras vidas. La diferencia entre unos y otros, no viene dada por lo que nos ocurre, sino por lo que cada quien hace con eso que nos pasa.
Cada quien es más sensible a ciertos acontecimientos, mientras que otros se muestran un tanto más resistentes. Pero en mayor o menor medida, las heridas van creando en nosotros la necesidad de protegernos. Esa protección se va convirtiendo de a poco en una armadura. Cuyo grosor dependerá de qué tan lastimados resultamos y qué hemos decidido hacer con ello.
¿Realmente nos protege una armadura?
La armadura no cambiará nada de nuestro pasado, incluso va a complicar la sanación de las heridas más recientes. Sí, nos puede proteger de lo que pueda venir, pero el costo por tenerla es que tampoco lo que nos alimente el alma, logrará llegar a nosotros.
Luego, nos protegemos del dolor, pero nos hacemos lejanos al amor, al darle cabida a nuestra vida a lo maravilloso de vivir y de sentir, incluso con lo que generan las malas experiencias.
Nadie quiere resultar lastimado, todos llegamos a este plano queriendo ser amados, pero en el camino, no recibimos necesariamente lo que nos gustaría. Pero esto no debe ser motivo para que nos aislemos de los focos de peligro.
Hay altas probabilidades de que por ejemplo, las cosas no nos salgan como lo planeamos en el amor. Pero la buena noticia es que podemos empezar de nuevo, incluso con la misma persona y cada experiencia cuenta y suma. Cada vez que amamos y recibimos amor, nuestra alma se hace más grande.
Arriésguemonos a amar
Así que no pretendamos escondernos dentro de una armadura. Salgamos “desnudos” a dar lo mejor que tengamos y solo esa disposición de amar, eliminará de nosotros ese miedo, que solo le dice a la vida que estamos preparados y predispuestos a que alguien se nos acerque con la intención de lastimarnos y estaremos entendiendo el lenguaje del universo. Al esperar lo mejor, recibiremos lo mejor.
No importa cuánto dolió antes, no tiene que ser así a futuro. Puede que sí, pero solo con que exista una posibilidad de que no y que incluso resultando lastimados, podemos sumar experiencias, que muy probablemente nos permitan tener más anécdotas que contar en un futuro, pues aprenderemos a ver la ganancia en el juego, la evidente y la que se reparte como dividendos a futuro.
Guarda esa armadura e invita a tus afectos a hacer lo mismo. Nada como poder ver a alguien como realmente es… El usar esa armadura solo incrementa los riesgos de lo negativo y disminuye las probabilidades de lo positivo. ¿Cuántas personas maravillosas no hay por allí aparentando ser insensibles, haberse olvidado del amor, queriendo ser inalcanzables…?
Algunos no le prestan mayor atención a esa armadura y deciden ayudar a desarmarla, éstos tienen mucho mérito… Pero el desgaste que puede generar ese proceso de descubrir a alguien que no quiere ser alcanzado, puede ser muy marcado. Y los más normales, los menos impetuosos, simplemente pasarán de largo… Y quizás en ellos está lo que en secreto se desea y se pierde por decirle no al dolor, al mismo tiempo que se le dice no al amor.
Confía en el proceso de la vida
Confía en la vida, confía en tu capacidad de sanar… Todos pasamos por muchas cosas y aquí seguimos… La actitud es determinante, para vivir nuestro presente y en especial para crear nuestro futuro. No debemos pasarnos la vida escondiéndonos, ni pretendiendo ser quienes no somos, con el argumento de evitar que nos lastimen, porque en ese proceso la herida la estamos generando desde adentro y termina doliendo mucho más.
Por: Sara Espejo – Reencontrate.com