No te frustres al sentir que nunca conociste realmente a alguien

No te frustres al sentir que nunca conociste realmente a alguien
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Muchas veces somos ligeros al juzgar, al decepcionarnos y desocupar de la casilla de honor a quien habíamos colocado allí. Nos llenamos la boca lamentándonos por haber conocido una versión diferente de alguien con respecto a la que nos cautivó. Pensamos que esa persona nunca fue como creímos, que nos engañó y/o que le quedó grande lo que pudimos haberle ofrecido.

El punto es que nunca vamos a conocer realmente a nadie, incluso a nosotros mismos. Piensa por un momento y trata de recordar al menos una situación que hayas vivido en donde te hayas sentido fuera de ti, donde hayas actuado por impulso o quizás te hayas dejado llevar por el momento. Piensa en cualquier situación a donde te gustaría regresar para cambiarla… De seguro podrás ubicar al menos una, evidentemente no podrás regresar al pasado, pero esto es una simple muestra de que podemos hacer cosas que no nos enorgullecen o que simplemente abordaríamos diferente con un nivel de consciencia superior.

Hay realidades que no podemos obviar:

Todo cambia, incluyendo a las personas:

Puede ser que conozcamos muy bien a alguien, pero eso no significa que esa persona se va a quedar siendo exactamente tal cual es ahora. Quizás hoy sea relativamente fácil predecir una conducta, pero quizás en un tiempo los intereses, la visión y los recursos de esa persona pueden cambiar y ello despertar reacciones diferentes a las que hoy osamos predecir.

Todos cometemos errores:

Los errores se enmarcan en lo subjetivo, pero aplicando parámetros comunes, podemos saber cuándo pudimos haber hecho algo mejor. Sin embargo, es bueno reconocer que en todo momento lo hacemos lo mejor que podemos de acuerdo a nuestro nivel de entendimiento, de consciencia y los recursos que tenemos. Así que de nada sirve mirar hacia atrás con reproche o con rabia, solo podemos usar el pasado para comprender nuestra naturaleza humana y ver cómo vamos cambiando con el paso del tiempo y esto extrapolarlo hacia el resto de las personas.

No somos lo que los demás esperan que seamos:

Si ni siquiera, muchas veces, podemos ser lo que nosotros esperamos de nosotros mismos, cómo poder asegurar el poder cubrir las expectativas de otra persona, además de que no resulta saludable centrarnos en complacer a otro, en especial si lo hacemos por encima de complacernos a nosotros mismos.

Conocemos a las personas, pero de manera circunstancial, condicionada y sujeta a cambios. La esencia de alguien siempre se hace notar. Sin embargo, en algunas oportunidades puede esa persona estar alimentando una parte de sí, que no sea con la que solemos identificarle y eso nos puede ocasionar rechazo, frustración, decepción…

Tratemos de no condicionar nuestro afecto, de ser empáticos y de integrar a nuestra vida de manera inteligente lo que los demás hagan. Esto nos va a ahorrar muchos malos ratos y nos va a permitir ver con mayor ligereza lo que los demás decidan hacer. De esta manera limitamos el alcance de las acciones de los otros, tomamos el control de decidir cómo queremos sentirnos con lo que hacen quienes nos rodean.

conociste

A fin de cuentas no se trata de si conocemos o no a alguien, sino de seguirla conociendo a medida que crece, evoluciona y toma decisiones. Si en paralelo a ese conocimiento, se mantiene el afecto e incluso se incrementa, estaremos tejiendo nexos duraderos, que no dependen de si alguien se adapta a lo que yo quiero que sea, sino que se banas en la libertad que caracteriza las relaciones reales, donde cada quien puede ser quien es y de esa manera ser amado y aceptado.

Por: Sara Espejo – Reencotnrate.com


Sara Espejo