Prefiero la paz de la soledad, que la decepción de una mala compañía

Prefiero la paz de la soledad, que la decepción de una mala compañía
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¿Cuántas decisiones que no aportan nada positivo a nuestras vidas podemos tomar con tal de no enfrentarnos a la soledad?

La soledad es vista con muy malos ojos por una gran mayoría. Solo quien realmente la conoce es capaz de defenderla, de cuidarla y de preferirla, en especial cuando lo que se encuentra del otro lado es una compañía precaria.

Conociendo a la soledad

La soledad puede llegar a nuestras vidas por decisión propia o por imposición. Evidentemente los dos escenarios distan mucho entre sí y requieren inclusive niveles de madurez diferentes.

El hecho de escoger la soledad, no significa que de entrada vamos a engranar con ella. La soledad es maravillosa, pero asusta. Asusta porque en ella descubrimos muchas cosas y la más importante es que a medida que pasa y se instala, nos descubrimos a nosotros mismos, de una forma que solo ella nos puede ofrecer.

Conocernos, encontrarnos, ver quiénes somos sin ser observados, nos permite actualizar el concepto que teníamos de nosotros mismos. Muchas veces ocurre que no nos conocemos en lo absoluto, que sabemos más lo que prefiere alguien cercano en una situación particular a lo que preferiríamos nosotros en la misma situación.

Esto corresponde a que no nos otorgamos tiempo, ni atención. Nuestras miradas se enfocan más en cualquier cosa externa que en nosotros mismos. A veces solo nos miramos, sin vernos realmente y el tener que enfrentarnos a la soledad, nos llena de incomodidad, porque en el fondo sentimos que nos someterán a convivir con un perfecto extraño…  Y eso sin duda es una sensación que puede resultar interesante, pero que muchos preferirían evitar.

Cuando llegamos a conocer de cerca a la soledad, nos damos cuenta que solo en ella nos vemos sin velos, escuchamos lo que queremos decir, sin someterlo a un juicio externo y nos acostumbramos a apreciarnos por lo que somos, sin ningún tipo de fachada, sin escudos, irreverentes y con la libertad que caracteriza nuestra esencia y que de alguna manera se somete en mayor o menor medida ante la presencia de alguien más.

Seres sociales

Si bien somos seres sociales, acostumbrados por naturaleza a convivir y a compartir, hemos dado una importancia quizás desproporcionada a lo que significan nuestras relaciones. Está muy bien que convivamos con nuestra familia, que escojamos a alguien con la idea de compartir nuestros pasos y encontrar puntos de convergencia entre nuestros sueños y proyectos. Pero la idea de mantener vínculos, solo debe defenderse cuando esos vínculos fomentan nuestro bienestar, cuando nos hace bien la compañía.

Si le tememos a la soledad, concluiremos muchas veces que una mala compañía es preferible a ese estado indeseable. Pero si la entendemos, si la llegamos a amar como se merece, nos resultará muy complicado mantenernos en relaciones que nos restan, solo para evitar el contacto con la soledad.

Esto no quiere decir que no cuidemos o no valoremos nuestras relaciones y que a la primera de cambio, prefiramos nuestra soledad ante cualquier situación. Quiere decir que todos somos capaces de determinar cuándo estamos cerca o lejos del bienestar que una relación puede aportar. Si la situación de malestar es sostenida junto a alguien, no hay ningún tipo de justificación para permanecer allí.

Aprende a amar la soledad; pero acepta siempre con gusto las interrupciones. El amor a la soledad es propio de todas las vidas triunfadoras. Noel Clarasó

Relaciones espejo

Ciertamente nuestras relaciones son una proyección de nosotros, y antes de marcar retirada es bueno sacar de cada espejo que nos presenta la vida el provecho necesario, para no toparnos más adelante con una situación similar, pero en un rostro diferente. Sin embargo, el reconocer que una relación nos lleva de manera sostenida a menos, es motivo suficiente para tomar acciones.

En pro de mantener los vínculos entrelazados por buenos sentimientos, antes de marcharnos, debemos asegurarnos de que hemos hecho lo que está a nuestro alcance con los recursos con los que contamos, con el fin de alcanzar un rumbo común. Si se han agotado las posibilidades, es un buen momento para un encuentro con la soledad.

La soledad es el estado en el cual aprendemos a amarnos realmente, en el que nos conectamos con esa esencia que puede dispersarse en compañía. Una vez que te amas en soledad, es complicado que le des cabida a tu vida a quien te ofrezca menos bienestar del que en tu vida habita.

Nunca estoy solo. Tengo la costumbre de estar siempre con Salvador Dalí. Créame, eso es una fiesta permanente. ― Salvador Dalí

Evidentemente hay que aprender a sacarle provecho a la soledad. Hay quienes se resisten a ella de principio a fin y terminan por odiarla y odiarse a sí mismos, porque no encuentran la manera de satisfacerse por sí solos, tampoco hallan la satisfacción en nadie más, ni mucho menos la pueden ofrecer.

Nadie puede dar lo que no tiene

No podemos ofrecer lo que no tenemos y cada una de nuestras relaciones con los demás, tienen su origen en nuestras relaciones con nosotros mismos y el poder cultivar esa relación de amor propio en soledad es una gran oportunidad. Una vez que nos amamos de forma incondicional, que nos aceptamos, que nos tratamos con paciencia y con bondad, cosas que aprendemos muy bien en soledad si nos damos el chance, atraemos a nuestras vidas más de esas cosas enriquecedoras y a personas que están alineadas con lo que nosotros alimentamos nuestro ser.

Así que aprovecha tu soledad y la paz que representa. Inclusive si estás en una relación de pareja satisfactoria o en compañía de cualquier vínculo que aporte bienestar a tu vida, no desperdicies los momentos que te puedas dedicar… A veces invitarse un café o regalarse una tarde es la experiencia más enriquecedora que nos podamos ofrecer.

Conócete y ámate… Es la mejor manera de atraer los afectos a tu vida.

Por: Sara Espejo – Reencontrate.com


Sara Espejo

3 thoughts on “Prefiero la paz de la soledad, que la decepción de una mala compañía

  1. Como bien reza el dicho: mejor solo que mal acompañado. ¡Que nuestra felicidad no dependa de otro!

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