Cuando pienso dudo, cuando siento fluyo
De seguro habrás experimentado al menos una vez, lo que ocurre cuando nos dejamos llevar por lo que sentimos y simplemente nos montamos a surfear con la sensación de que prácticamente somos uno con la ola, en condiciones de comodidad y plenitud durante todo su recorrido. Pero cuando pensamos, nuestro balance parece perderse y muy probablemente tengamos una estrepitosa caída.
Cuando introducimos los pensamientos, cuando nos preguntamos si luego de esta ola, vendrá otra a la que podamos subir, dudamos si tenemos la tabla sujeta al tobillo, si nuestras rodillas están bien colocadas o bien qué tan complicado será caernos justo allí… dejamos de fluir. Se pierde la magia que solo es dada cuando sentimos, cuando nos apropiamos de esa experiencia y la disfrutamos al máximo desde un lugar diferente al de la mente.
La mente está acostumbrada a llevar todo minuciosamente anotado y calculado y se siente ultrajada cuando le pasamos por encima y la ignoramos. A menos esa parte sensible y susceptible, experta en buscar el pero y la duda a todo lo que hacemos.
Salir de lo conocido, implica silenciar la mente
No podemos desligarnos de nuestra mente. Pero podemos intentar la menor intervención de su parte. La mente pierde tiempo y energías pintando los peores escenarios, busca el motivo de preocupación y con su excusa de ser planificada y evitar las improvisaciones, duda de todos los caminos que podemos tomar para llegar a algún sitio.
Y por si fuera poco, nos hace dudar de nosotros mismos, incluso de nuestras intenciones y de si realmente vemos importante llegar a ese sitio que tenemos como meta. De todas formas, aquí donde estamos no estamos tan mal, no tenemos ninguna garantía de que el dirigirnos a otra parte nos produzca una vida mejor, pero sí existe el riesgo de dejar lo conocido, lo que, a pesar de no ser del todo agradable, asociamos con confort, por la simple resistencia al cambio que nos impone nuestra protectora mente.
Debemos convivir de manera integral con ella. Para ello debemos educarla un poco y hacerle saber que habrá momentos en los que será necesario que guarde silencio. Será necesario que aprendamos a ignorarla y a montarnos en esa tabla de surf a pesar de sus gritos y alaridos de advertencia. Tendremos que hacerlo no una, sino muchas veces. Hasta que solo sintamos que alguien nos mira con la intención de decir algo, pero que simplemente calla, porque sabe que no será escuchado.
Llegar a ese punto no es sencillo, casi es una meta de vida, incluso más importante que montarnos en cualquier tabla de surf. Porque nuestra mente nos acompaña de todas las maneras posibles, incluso mientras dormimos ella actúa. Tiene infinitos programas creados a lo largo de la vida y está segura de que ella es la base de nuestro existir.
Más allá del pensamiento
Más allá del protagonismo nato de la mente, está nuestra alma, quien humildemente habita en nosotros y parece jugar a algo como: me sé todas las respuestas del juego, pero mientras la mente interfiera no podré participar. Nuestra alma siempre está allí, experimentando a través de nosotros. Es difícil hablar de ella como si fuese algo externo, cuando en realidad somos ella… Pero también somos nuestra mente y somos nuestro cuerpo. De esta manera debemos vivir esta aventura llamada vida, dándole a cada parte de nuestro ser integral la importancia que tiene, sin perder la perspectiva de lo que dejamos en este plano y lo que nos llevamos por toda la eternidad.
Siente y fluye con la ola… No podemos evitar pensar, pero podemos direccionar los pensamientos a nuestro favor y procurar su silencio las veces que nos sea posible y en esos momentos solo fluir…
Por: Sara Espejo – Reencontrate.com
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