En las relaciones debemos evitar que los lazos se conviertan en nudos
Muchas veces ocurre que una o ambas partes de una relación, desea controlar tanto la situación que termina por estrangular los lazos. Debemos determinar para qué queremos una relación, si es para compartir, pasar momentos agradables, proyectar planes a futuro, crecer como parejas, pues quizás debamos dejar de lado esa necesidad de moldear al otro de acuerdo a lo que creemos está bien.
Cada uno con lo que trae
Debemos recordar que cada quien viene con su caja de elementos que le pertenecen, que ha ido recolectando a lo largo de su vida, allí guarda creencias, experiencias, recuerdos, influencias, traumas, miedos, sueños, heridas, etc, etc, que le hacen ser quien es hoy en día.
Cuando nos relacionamos con alguien no podemos pretender agarrar la caja del otro y botarla, ni siquiera sería sano agarrar ambas cajas e intentar mezclarlas. Lo mejor es darle espacio a esa persona con su caja y ver que tanto podemos acoplarnos a ella considerando que también llevamos la nuestra.
Es un error querer controlar al otro, cambiarlo, transformarlo, incluso cuando pensamos que sería para su mayor beneficio, estamos mirando a través de los elementos de nuestra caja, lo cual hace que nuestro criterio esté bastante sesgado.
Lo ideal es crear una relación de respeto y de equilibrio, donde ambas partes se sientan cómodas de ser como son sin que el otro pretenda cambiarle. La libertad es un principio de las relaciones, que cada quien pueda ser quien es y aun así logren un acoplamiento exitoso.
Dejar de lado las expectativas
El detalle es que siempre tenemos expectativas y nos frustramos cuando la realidad se aleja de esas expectativas y en lugar de fluir, intentamos apretar, condicionar, amenazar, cosas que solo deterioran la relación. Porque nadie se vincula con otra persona para que le digan qué está haciendo bien o mal o qué puede cambiar.
Obviamente podemos aprovechar cada relación para crecer y sacar nuestra mejor versión, pero no está bien que los cambios quiera alguien imponerlos desde afuera. Si los cambios no surgen de manera espontánea, no resultan reales y lo que fue al principio terminará por salir a flote nuevamente.
Nadie quiere a alguien al lado fingiendo ser alguien que no es por complacernos y que al darnos la espalda sea como en realidad es… Eso es hipocresía. Nada como poder ser como somos delante del otro y ser queridos y respetados así, sin que nos quieran atar, sin que nos quieran encerrar o nos obliguen a actuar diferente.
Para cambiar al otro, solo podemos cambiar nosotros
No nacemos para complacer a otros, ni es justo perder nuestras alas por estar con alguien… Debemos dar cabida al amor desde la aceptación de manera integral. Si queremos que algo en el otro cambie, lo único que nosotros podemos hacer es cambiar nosotros. Ese es el único mecanismo válido.
Obviamente no me refiero a un cambio que se caracterice por chantajear al otro, dosificarle el afecto, ni hacerlo sentir menos querido por no ajustarse a lo que pretendemos. Lo que podemos hacer es pretender darle más de lo que pedimos, convertirnos en algo similar a lo que esperamos, para que lo que recibamos esté en sintonía con aquello que estamos dando.
Tengamos claro que la manera más sencilla de perder el control, es intentar controlar. Esto puede ser contradictorio, pero solo cuando nos permitimos fluir con lo que ocurre, cuando respetamos la libertad del otro de ser como es que las cosas toman un cauce natural en donde el control parece hacerse presente. Pero esto no es más que el equilibrio, cuando inyectamos control, fomentamos el caos, tropezamos el bote, creamos interferencia y es allí, donde los por apretar los lazos, los convertimos en nudos.
Por: Sara Espejo – Reencontrate.com