Nos hemos dicho tantas veces adiós, que dudo que esta historia tenga un final
Aquí estamos, mirándonos a los ojos una vez más, albergando cada uno la esperanza de que esta vez sí seremos capaces de hacer las cosas bien, sin lastimarnos, sin llevarnos a menos, sin engañarnos. Aquí estamos intentando no movernos tanto para que lo que nos hemos roto termine de sanar.
Nos hemos dicho adiós muchas veces, hemos intentado que funcione tantas otras veces, que hemos perdido credibilidad ante nosotros mismos. Nos juramos no volver a buscarnos y en cualquier momento de debilidad ya nos encontramos jurándonos amor eterno y explicando lo difícil y hasta imposible que resulta la vida sin el otro.
Pero no llegamos a hacer posible la vida juntos, por un motivo u otro siempre terminamos lastimándonos y dándonos motivos para alejarnos. Me canso de explicarte lo que me hace daño y parece no importarte. Te cansas de esperar de mí lo que parece nunca llegar. Contribuimos a nuestra felicidad, pero a la vez tenemos esa capacidad de sacar del otro lo peor.
A veces siento que lo que nos mantiene unidos no es amor, sino una especie de reto personal, que nos empuja a lo complicado y a lo que algunos suelen llamar el drama de la vida. Nos hemos hecho adictos a la adrenalina que suministra una relación que jamás ha estado en calma. La incertidumbre de no saber si mañana estaremos, nos limita poder hacer planes, nos llena de adrenalina, de ansiedad y de miedo.
Hemos pausado, hemos retomado, pero no hemos podido desligarnos el uno del otro. Es una historia de las que podríamos llamar tóxica, donde jugamos muchas veces a hacernos daño. Tú con la excusa de sentir amenazada tu libertad, yo con mi posición retadora y vengativa. A fin de cuentas parece una guerra de poderes, donde no buscamos amarnos, sino que el otro se doblegue a nuestras peticiones.
No podemos seguir, pero tampoco podemos terminar. Ni cientos de kilómetros han podido hacer lo propio para disolver un nexo que parece irrompible y es que dentro de todo, dentro de lo que no aceptamos, dentro de toda la guerra que nos damos, engranamos, nos cuidamos, nos queremos, nos deseamos y resultamos ser la mejor compañía para el otro.
A fin de cuentas nos merecemos, eres mi espejo y yo el tuyo, a veces pienso que somos tan parecidos, cuando te reclamo algo, una voz con frecuencia se pronuncia en mi interior y me pregunta si eso es contigo o es conmigo, porque bien sé que mis acciones no son coherentes con mis demandas…
Luego cedo, pero no porque sienta que mereces condescendencia, sino porque a fin de cuentas no soy mejor que tú. Aun así, eso no calma mi enojo, porque conozco mis motivos, conozco mis límites, mis intenciones y de lo que soy capaz… Pero de ti, no sé tanto, o quizás sé mucho y ello me hace cuestionarme mi amor propio o lo que tengo que aprender que no llego a hacerlo.
Mientras tanto estás aquí y de alguna manera mi corazón está alegre, mis ojos brillan, porque aunque sé que no te necesito, me siento en mi hogar cuando estoy cerca de ti. No sé si será para siempre, si dentro de nada nos diremos nuevamente adiós. Solo sé que me gustaría aprender lo necesario como para que estemos juntos sin hacernos daño, sin tener que buscar algo más afuera y sin tener algún plan B en mente porque lo nuestro no funcione.
Quisiera que nuestras energías se centraran en ser para el otro y que los miedos se quedaran por fuera… Solo quisiera que en esta oportunidad de aprender a amar y ser amados, tú fueses ya mi único maestro, mi único discípulo y yo tú única maestra y tú única discípula.
Por esos amores que parecen no tener final…
Por: Sara Espejo – Reencontrate.com