Crianza respetuosa y compasiva: ¿cómo educar a nuestros hijos?

Crianza respetuosa y compasiva: ¿cómo educar a nuestros hijos?
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El laxismo (dejar que los niños hagan lo que quieran) y el autoritarismo no son los únicos dos estilos de crianza posibles. Sin embargo, muchas personas, especialmente los detractores de una educación respetuosa y empática, parten de este principio y desconocen los aspectos positivos de la crianza respetuosa.

Una educación respetuosa requiere mucho más tiempo, energía, atención y valor que una educación que pasa por la ley del más fuerte, ya que esta ley no ofrece otra opción que el equilibrio de poder y la coerción. En cambio, una educación respetuosa es, en esencia, una educación a medida, una educación creativa y consciente que requiere el desarrollo de habilidades emocionales.

Desafortunadamente, en una sociedad que acusa a los padres de todos los males (aunque también muchos padres todavía recurre a los castigos corporales), la empatía y el respeto que se muestra a los niños se confunden con el hecho de que dejar que los niños hagan lo que quieran.

Crianza respetuosa: ni mimar, ni reprimir

En su libro El mito del niño mimado, el educador y autor estadounidense Alfie Kohn lamenta que una de las normas más establecidas en nuestras llamadas sociedades “progresistas” y democráticas sea la falta de respeto hacia los niños. Se espera que los niños hagan lo que los adultos les dicen, sin siquiera preguntarse sobre la dignidad y los derechos del niño, y esto sucede tanto en la casa como en la escuela.

Los adultos, en general, temen que la permisividad y la idea de que debemos enseñar a los niños a pensar por sí mismos no saldrán exactamente como lo han decidido los adultos… y que esto es, en pocas palabras, una amenaza para el orden establecido.

¿La obediencia por encima de todo?

Una característica comúnmente atribuida a los padres de antaño es su insistencia en que los niños se “porten bien”. El énfasis en este rasgo implica que el comportamiento de los niños (cumplimiento de las reglas de conducta establecidas) es más importante que la forma en que se sienten.

Sin embargo, Kohn enfatiza la paradoja que impulsa este tipo de razonamiento. Los abogados del castigo nunca piensan en términos de ética. Nunca se preguntan cómo estar seguros de generar pensadores felices, equilibrados, saludables física y emocionalmente, ni empáticos, libres, capaces de luchar contra la injusticia y actuar por el progreso social. En cambio, se preguntan cómo los adultos pueden obtener obediencia y rendimiento (buenas calificaciones en la escuela, por ejemplo) sin pasar por la coerción o el castigo.

Alfie Kohn aboga por un concepto que me gusta y que por ello rescato, y que él llama paternidad “colaborativa”, un tipo de crianza que incluye:

  • Aceptar al niño incondicionalmente (amarlo por lo que es, no por lo que hace), lo que redundará en una buena autoestima.
  • Ofrecer constantemente al niño la oportunidad de tomar decisiones sobre asuntos que les conciernen (o, al menos, tan a menudo como sea posible), para fomentar la independencia.
  • Centrarse más en satisfacer las necesidades del niño y cuidar de él en lugar de hacer lo que él quiere que hagamos (satisfacer sus caprichos).
  • Considerar el mal comportamiento como una oportunidad para resolver un problema y aprender, no como un falta por la cual el niño debe ser sometido a “consecuencias” en forma de castigos.
  • Ver más allá del comportamiento del niño para comprender los motivos (emociones, sentimientos, necesidades) y motivaciones positivas que lo hacen actuar de esa manera. En otras palabras, ser padres empáticos.

¿Qué es importante tener claro para educar en el mundo de hoy?

¿Reflexionas sobre cómo educar a tus hijos?

Dejando atrás el escollo entre crianza respetuosa o autoritaria, es interesante revisar los resultados de un estudio realizado por psicólogos certificados en la Universidad de Harvard, quienes brindaron consejos para educar a los niños para que sean seres sociales, respetuosos y éticamente responsables, cualidades que los niños solo pueden desarrollar si sus padres los ayudan.

1. Trabajar para desarrollar una relación afectuosa y amorosa con nuestros hijos

Una relación amorosa se muestra de muchas maneras diferentes. En primer lugar, hay que satisfacer las necesidades físicas y emocionales de los niños, y para lograr esto es básico brindarles un entorno familiar estable y seguro. También es muy importante mostrar un interés honesto por sus ideas y respetar su individualidad. Una manera de darles su lugar es generar diálogos significativos, conversaciones en las que uno hace preguntas y donde intercambia pensamientos, sentimientos y experiencias. Preguntas como: “¿Cuál fue el mejor de tu día hoy, cuál fue la parte más difícil?” o “¿Alguien ha hecho algo bueno por ti hoy, o complaciste a alguien”, se distancian de la pregunta escueta y retórica que hacemos casi todos los padres de “¿Qué tal tu día?”.

2. Ser un modelo y un mentor

No se trata solo de lo que decimos, sino de lo que hacemos. Y allí debe privar la coherencia. Los padres deben ser capaz de actuar de manera honesta, justa y responsable, demostrando cómo resolver los conflictos de manera pacífica y efectiva. Por supuesto, nadie es perfecto, pero si como padres caemos en un momento de ira o de descontrol, debemos ser capaces de admitir nuestro error y explicarle al niño, a través del ejemplo, como fomentar el autocontrol. Se trata de criar con honestidad y humildad, lo que nos permitirá enseñarlos a asumir sus errores y aprender a rectificar.

3. Convertir en una prioridad cuidar de los demás y establecer expectativas

Es muy importante que los niños escuchen a sus padres que es importante pensar en los demás. Demuestras esto recompensándolos, asumiendo la responsabilidad o haciendo lo correcto, incluso si es difícil. O si enseña a sus hijos a defender la justicia y la justicia. En una sociedad mediada por la individualidad a ultranza, debemos insistir en ser respetuosos, incluso si otros no lo son.

4. Enseñar a los niños lo que significan la gratitud y la compasión

Los niños deben entender lo que otras personas hacen por ellos y aprender a mostrar su aprecio. Ser agradecido también ayuda a los seres humanos a ser más felices. Y esto se aprende como tocar un un instrumento, a través del entrenamiento diario. Invita a tus hijos a ayudar en las tareas de hogar y expresa tu mismo tu gratitud delante de tus hijos, ya sea a la hora de la comida o antes de ir a dormir. Se trata de generar acciones diarias, rutinas, que les permitan conectarse con esos dos valores, esenciales para la vida plena.

5. Expandir los intereses y horizontes de nuestros hijos

Es importante enseñar a nuestros hijos a pensar fuera de la caja. Incluso fuera de su pequeño cosmos familiar, hay personas con las que tratar y con quienes entenderse. Los niños deben enfrentar desafíos. Si un niño a su alrededor tiene problemas familiares o es vulnerable por cualquier otra razón, puede alentar a sus hijos a que se identifiquen con él y lo ayuden.

6. Animar a nuestros hijos a ser diferentes y a cambiar las cosas para mejorarlas

Los niños son curiosos, quieren saber cómo funciona el mundo. Sin duda, este es un tesoro que debemos preservar, plantean los psicólogos de Harvard. La imaginación es una poderosa herramienta que debemos cultivar en ellos. Dejarlos expresarse en voz alta, sin desprestigiar sus comentarios o posturas, es necesario para fomentar su individualidad y el concepto positivo que tienen sobre sí mismos.

Reflexionar sobre la crianza: un gran punto de partida

Detengámonos unos minutos en la famosa frase de Montaigne: “El niño no es una botella que hay que llenar, sino un fuego que es preciso encender”.

Vale la pena que como padres y educadores nos preguntémonos cómo queremos educar a nuestros hijos. Dar por sentado el tema de la crianza y la educación sin interrogarnos acerca, por ejemplo, de qué valores esenciales queremos fomentar en nuestros hijos y qué tipo de educación queremos brindarles es dejar al azar algo demasiado valioso.

¿Educar para la competitividad profesional? ¿Criar para servir y mejorar el mundo? ¿Formar para la productividad? ¿Educar para la vida? Esta última, una pregunta en la que caben otras miles y que podríamos responder desde muchos puntos de vista. Pero esa es la invitación con la que queremos finalizar estas reflexiones: vale la pena interrogarnos, vale la pena cuestionarnos para encontrar el camino que nos permita dar con el equilibrio de criar para el mundo actual y, por qué no, para un mundo mejor.


Lourdes