Miedo al miedo… ¿Lo has sentido?
El miedo es común para todos, pero para algunos puede resultar una verdadera agonía el pensar que el miedo vuelva a presentarse, porque se sintió tan fuerte, sus efectos fueron tan intensos que ahora han convertido al miedo mismo en una fuente de angustia.
El miedo es una reacción natural, instaurada en nosotros desde la evolución, en nuestro cerebro aún hay una necesidad de correr o huir ante determinados estímulos. En un pasado esos estímulos podían quitarnos la vida, se trataba de tigres o tormentas, la incertidumbre de poder cazar o de poder cubrirnos de condiciones climáticas adversas.
Hoy en día claro que hay motivos para temer, podemos estar expuestos a situaciones en las que debemos salvar nuestra vida, un asalto, un incendio, un accidente de tránsito… Nuestro sistema se activa tal y como si estuviese frente al tigre. Pero la diferencia es que ahora esas causas reales son muy escasas y lo que despierta nuestro miedo normalmente son experiencias que no deberían requerir de esa reacción.
Normalmente no estamos frente a algo que amenace nuestra vida, una cuenta por pagar, una pareja que nos deja, los pensamientos hipotéticos que comienzan por: ¿y si…? que vienen seguidos por escenarios catastróficos, que realmente tienen muy poca probabilidad de ocurrencia… Es como pensamos acerca de las cosas lo que nos despierta el miedo y muchas veces esas reacciones que vienen con el miedo nos pueden marcar o impactar de tal forma, que perdamos el sentido de lo que está ocurriendo en nuestro organismo y terminemos temiéndole al miedo.
¿Qué pasa cuando nos asustamos?
Nuestro cuerpo se adapta a una situación de emergencia, se nos acelera el pulso porque el corazón debe bombear sangre más rápidamente, la respiración se hace rápida y superficial por la demanda de oxígeno, el sistema digestivo se corta o se libera por si debemos salir corriendo, el sistema inmunológico se coloca en pausa, porque hay una situación de emergencia que se coloca como prioritaria, la adrenalina y el cortisol circula por todo el cuerpo…
Si esto nos pasa frente a una situación de peligro real, ni siquiera nos percatamos de esos cambios, sino que los usamos para nuestro mayor provecho. Pero como normalmente no es así, podemos asustarnos de esa reacción de nuestro cuerpo y poder pensar que algo muy malo nos está ocurriendo. De hecho muchas personas manifiestan sentirse cercanos a la muerte.
Nada más lejano a la realidad, nuestro cuerpo está haciendo lo posible por defenderse o mantenernos con vida, de manera errónea, sobredimensionando una situación, pero lo que hace nuestro cuerpo, a pesar de ser muy molesto, no es dañino, no es peligroso. Pero cuesta mucho creerlo con el corazón latiendo a 160ppm y con una presión arterial rozando el cielo. La verdad es que nuestro cuerpo está preparado para ello y nada malo pasará, por más molesto que resulte, nada malo resultará.
Obviamente luego de presentar una situación de éstas, que podemos encajar en una alteración de nuestro sistema nervioso, que puede dar paso o ser parte de una ataque de pánico o crisis de ansiedad. Quedamos sensibles a síntomas, a situaciones, a cualquier cosa con la que vinculemos ese episodio o repetidos episodios en los que nuestro cuerpo se ha comportado de manera exagerada ante algún estímulo.
Temerle al miedo
Cuando comenzamos a evadir o a predisponernos, evitando o deseando que el miedo no aparezca, estamos cayendo en un círculo vicioso, dando pie a algo patológico, que solo se resolverá haciéndole frente al miedo y permitiendo que se presente las veces que quiera, hasta entender que es inofensivo. Si optamos por darle fuerza a ese miedo, nos haremos esclavos de él, estaremos en riesgo de reducir nuestro mundo y nuestra vida de manera radical y dolorosa.
La única manera de eliminar el miedo al miedo, es dejando que pase a través de nosotros, entendiendo que no puede hacer más que eso.
Imagínate que estás en una playa ubicada en una isla de la cual quieres salir y desde afuera las olas se ven muy muy grandes, no quieres ni acercarte a la orilla, porque sientes que te va a revolcar. Pero para llegar al barco a donde debes montarte debes entrar al agua… Cuando entres te darás cuenta de que esas olas son muy bajitas, golpean fuerte, pero no llegan a afectarte realmente, no pueden ahogarte, ni porque así lo desearas, no llegan ni a tu cintura…
Pero es solo entrando al agua y viendo que aun cuando resulten desagradables, esas olas no te pueden ahogar y puede pasar una tras otra y el resultado mantenerse… es solo incómodo, pero estarás bien y si te mantienes enfocado y consciente de que esas olas no te ahogarán, llegarás a tu barco y podrás dejar esa isla. Pero si te quedas sentado en la orilla lamentándote de tu suerte, temiendo incluso ver ese mar, podrás estar mucho tiempo allí.
Dejarlo marchar
Dile a tu miedo que le agradeces, pero que no necesitas, que todo está bien, que no debe tocar más la alarma. Fue un malentendido, todo está bien. Calma a tu mente todas las veces que sea necesario, pero no huyas del miedo, porque eso te acorralará.
¡Eres valiente y puedes hacerlo!
Por: Sara Espejo – Reencontrate.guru