Qué paz da esa sensación de que nadie te sobra y nadie te falta
De seguro ya estarás familiarizado con aquello de que no necesitamos de nadie, que no tenemos que complementarnos y que en nuestro interior llevamos todo lo que normalmente buscamos fuera. Sin embargo, es un hecho que somos proclives a establecer vínculos afectivos con los cuales generamos apegos y en ese camino de aprender a amar en libertad, vamos aprendiendo a apreciar la sensación de tranquilidad que ofrece el sentir que todo está como tiene que estar, que nadie nos sobra, que nadie nos falta.
A ciencia cierta no deja de ser una sensación, pero qué plenitud sentimos al mirar a nuestro alrededor y tener cerca a quienes deseamos que estén y quizás notar la ausencia de quien no representó a nuestra vida algo distinto a una sustracción.
Todo depende de nosotros
A veces pensamos que nuestro entorno ha cambiado, sin entender que los que cambiamos somos nosotros y a raíz de esos cambios, dejamos de resonar con ciertas cosas y entramos en sintonía con otras. Esto aplica, como es de esperarse, a las personas, a los lugares, a los trabajos, a las situaciones.
Por lo que vale la pena procurar mirar adentro, organizar nuestro interior, limpiarlo de malos sentimientos y de cargas innecesarias, dar forma a lo que queremos y ubicar nuestras prioridades. También es importante lograr esa conexión con nuestro Ser, que nos habla continuamente de rutas, de atajos, de aventuras por vivir y que normalmente se ve amordazado por nuestro ego autoritario y limitante.
Cuando las cosas comienzan a estar en orden adentro, este orden se refleja afuera y si no estamos conscientes del proceso o de sus activadores, pensaremos que misteriosamente nuestra vida nos sonríe, manteniéndonos en un entorno que sentimos ideal. La realidad está dicha, nuestro exterior es ese reflejo de cómo van las cosas adentro.
Las personas que tenemos alrededor son una muestra de lo que irradiamos y de lo que nos damos y decimos a nosotros mismos. Cada persona que se acerca o se aleja, nos está mostrando algo de ellas y algo de nosotros mismos, tanto las que nos agradan y premian a través de su presencia, como las que vuelven nuestra vida un caos y sentimos que son un foco de disturbio y complicación.
Lo que no te guste afuera, revísalo en ti
Si algo no te gusta afuera, arréglalo adentro, indaga, busca, qué te quiere mostrar ese algo que no te gusta. Cuando lo trabajes, no lo atraerás a tu experiencia, porque cada cosa que te molesta, busca llamar tu atención, está en ti verlo, ahorrarte tiempo y energía para trabajarlo de manera oportuna, desarrollando tus recursos y agradeciendo esa oportunidad de abrirte a una nueva experiencia desde una perspectiva diferente. Evitando hacer este proceso desde el rechazo o el hastío, sino desde el lugar donde se generan las transformaciones.
Mira a tu alrededor con entusiasmo, tus problemas con sonrisas, tus espacios como parte de ti, todo ello está allí como un juego para que experimentes, aprendas, te veas, valores y crezcas con la experiencia.
Esa paz de sentir que todo está bien, que nada o nadie nos falta, es difícil de alcanzar, porque el ego siempre nos coloca unos cristales muy opacos para ver al mundo y perdemos de vista lo que realmente importa. Aprendamos a callar ese ego, a guardar esos cristales que poco saben de lo valioso de la vida y seleccionemos mirar hacia adentro para poder mirar afuera con los ojos de una verdad más noble, más acorde a la experiencia y a nuestra verdadera esencia.
Aprendamos a distinguir entre la realidad y la fantasía y demos valor a lo que realmente somos y para lo que estamos acá.
Por: Sara Espejo