Cultiva siempre la complicidad con tus hijos y siempre podrás estar para ellos
A veces los padres como que pasamos de moda para los hijos. A medida que van creciendo nos vamos volviendo prescindibles, primero con los juegos, los cuentos, las canciones, luego las preguntas no son tan frecuentes y quizás menos frecuentes aun, sus ganas de escucharnos.
Pero aunque todo eso corresponda a un ciclo normal, como padres debemos procurar cultivar con nuestros hijos la complicidad, para sembrar una relación de confianza que nos permita estar siempre cerca de ellos, de manera dependiente de la edad, sus necesidades o incluso sus personalidades.
La amistad no resta autoridad
A veces los padres se resisten a tener relaciones de mucha confianza con los hijos, porque les interesa más la figura de autoridad y respeto que se sienten con el deber de inculcar. Pero la amistad no quita espacio al respeto. La confianza y complicidad potencian las relaciones entre padres e hijos y las hacen más cercanas y representan elementos claves que nos ayudan a estar presentes en las vidas de nuestros hijos a medida que van apareciendo más y más factores que lo hacen alejarse cada vez más de su hogar y sus padres.
No perderemos el respeto de nuestros hijos por mostrarnos flexibles, comprensivos, siendo empáticos. Muchas veces mostrándoles nuestras debilidades con humildad, logramos mostrar una imagen más tangible y accesible para ellos. A veces queremos que nuestros hijos nos vean perfectos, responsables, con la mejor actitud siempre, buscando siempre hacer el bien… Y resulta que es necesario dejarles claro que no necesitan ser perfectos, que los amamos tal y como somos, que nosotros sus padres nos equivocamos, pero al menos en el rol que desempeñamos con ellos tratamos ser cada día mejores.
El poder estar para ellos
Que un hijo venga a casa y nos cuente sus problemas, lo que le aqueja, lo que le preocupa, es algo que debemos valorar y fomentar a lo largo del camino. Desde que son pequeños y vienen con sus pequeñas anécdotas, debemos hacer lo posible porque ellos se sientan cómodos al hablarnos, que puedan sentir nuestra atención y nuestros más grandes deseos de procurarles una idea, que perciban que con nosotros no hay nada que no puedan resolver…
A fin de cuentas, puede que eso no sea así y que se nos presenten muchas cosas que no seamos capaces de llevar a un buen término, o al menos, no dentro de lo que nos haría sentir conformes. Pero el asunto es cultivar la confianza necesaria que les permita ir a contarnos sus más grandes alegrías, lo que les avergüenza o lo que les preocupa, sin sentirse juzgados, criticados, heridos, castigados.
Demos espacios siempre para las conversaciones, procuremos estar para ellos cuando necesitan hablar, aprendamos a leerlos, a saber cuándo no se sienten bien, cuándo pueden estar ocultando algo, intentemos no responder con: ahora no puedo, no sé, hazlo tú, estoy ocupado… o al menos no la mayoría de las veces, porque se acostumbrarán a que cuando nos necesiten, no estemos.
La libertad en la comunicación
Permitamos que nos den su opinión, incluso cuando va en contra de lo que nosotros pensamos, que aporten sus ideas, que expresen su molestia o su frustración, intentando mostrar nuestro punto de vista de manera gentil y respetuosa e intentando que aprendan a conocer sus emociones, a identificarlas y a canalizarlas de la mejor manera.
Que no se vean tentados a mentirnos por ahorrarse un problema, que sepan que siempre les va a ir mejor diciendo la verdad y que lo que se haya que reparar o resolver, haremos lo que esté en nuestras manos, mientras ellos se hacen responsables y crecen con nuestro respaldo siempre disponible para ellos.
Los hijos pueden ser los mejores amigos y eso nada nos resta al rol de padres…
Por: Sara Espejo – Reencontrate.com