El mejor GPS es el corazón
Para quienes usamos algún tipo de guía satelital para llegar a donde queremos ir, nos puede resultar familiar el mapita con las instrucciones asociadas de cómo llegar al lugar deseado, incluso podemos ir escuchando la voz con las indicaciones.
La condición de operación será básicamente saber a dónde vamos… Porque ni siquiera será necesaria la conexión, ya que podemos haber descargado los mapas de la zona con anterioridad y el sistema igual nos guiará con precisión.
Nuestro sistema es muchísimo más avanzado, nuestro sistema sabe a dónde debemos ir, incluso sin nosotros haberlo determinado, e incluso cuando le ponemos mil direcciones diferentes. Él cumple su trabajo y nos lleva a la dirección que coloquemos, pero vamos a estar escuchando continuamente “recalculando”, incluso cuando la ruta sea la indicada… Simplemente el destino no es el que nos conviene.
Pero en medio del respeto a nuestras decisiones y a que vayamos por ensayo y error experimentando rutas, caminos y destinos, tenemos eso que nos habla de quienes somos realmente, de nuestro propósito, de lo que nos hace vibrar el alma… Y nos invita a ver, a hacer pausas, a no dejarnos llevar por corrientes que no son nuestras.
Nuestra alma tiene un plan
De seguro cada uno de nosotros vino acá con un plan de alma interesante, el cual resulta modificable, pero que sin duda, si escucháramos esa intuición que la mayoría de las veces callamos o ignoramos, nos encontraríamos confiados, permitiendo que el corazón nos dicte el camino a seguir.
No se trata de destinos escritos, se trata de planes, así como vamos a una ciudad a conocerla y hay una lista de imperdibles… bueno algo por estilo, no te vayas de esta experiencia sin conocer tal cosa, sin vivir tal otra, sin sentir esto o sin ofrecer esto otro…
Y bueno si no estamos acostumbrados a ser guiados por nuestro corazón, lo más sabio que podemos hacer, es callar, para oír esa voz que intenta siempre ser escuchada y tomar nuestras decisiones tomando en consideración los mensajes y las pautas.
Las emociones
Una manera sencilla de saber si estamos escuchando a nuestro corazón y permitiéndole que nos guíe, es observar nuestras emociones. Si nos sentimos intranquilos, angustiados, rabiosos, tristes, muy probablemente estemos siendo guiados por nuestro ego, normalmente en dirección contraria a donde deberíamos estar.
Solo lo que nos permite estar en paz, que sentimos que nos llena de calma y que no hay otra opción que nos proporcione ese estado, es que podemos estar tranquilos de que le estamos prestando atención a nuestra alma.
La meditación como herramienta de conexión
El darle paso al alma, debería ser y en realidad es algo natural, propio de cada uno de nosotros, pero estamos tan acostumbrados a que la mente lleve siempre el control de todo, que se nos hace difícil pausarla, relajarla… Ella está todo el tiempo como un director estresado por todos los resultados posibles y dentro de todo, no quiere que nada salga mal. Para protegernos de ello, coloca en el tapete los peores escenarios de todo en nuestra vida y procurando evitarlos nos limita y hasta nos paraliza.
La meditación nos ayuda a liberar un poco de tensión y a poder observar los procesos de la mente y la creación de nuestros pensamientos, que no necesariamente resultan favorecedores. Practicarla a diario es un excelente canal para abrirle paso al corazón.
Relajar la mente a través de la meditación, nos ayuda a volverla nuestro aliado, a entender que todo está bien, que estamos seguros, que estamos guiados por la misma esencia que nos trajo aquí y no hay nada que temer, solo mucho que crear y disfrutar.
Por: Sara Espejo – Reencontrate.com
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