Todos tenemos un niño interior, todos absolutamente todos. Solo que el pasar de los años lo hemos dejado en un rincón de nuestra alma, solo, triste y abandonado. Lo dejamos en un lado del olvido de aquellos años en donde soñar era el pan nuestro de cada día. 

Nos convertimos en adultos, en gente grande e importante. No tenemos tiempo para “tonterías”. Ahora solo pensamos en cosas que realmente son de suma importancia. Dejamos de soñar para convertirnos en adultos. ¿Pero, será que esto es así?, ¿somos felices siendo gente grande?

Quizás sea momento de hacer la paces y sanar nuestro niño interior, es tal vez momento de poder ver una boa con un elefante en su estómago. Crecer no quiere decir, dejar atrás aquello que fuimos. Por el contrario, crecer es vivir en armonía con todo lo que somos y representamos.

Nuestro niño interior, es simplemente una parte de nosotros como adultos

Tratar de dejar a un lado nuestra parte “infantil”, es uno de los errores más graves que cometemos al convertirnos en adultos. Es como olvidarnos, de todo aquello que nos recuerda, nuestras promesas hechas. 

Como adultos, debemos aprender a cuidar de esa rafaga de inocencia que llevamos por dentro, de aquel niño que es vital para nuestra salud emocional y mantener nuestra autoestima. Aunque no lo parezca nuestra versión de adulto, viene de la mano con nuestra parte infantil. 

Cuando somos adultos con rencores, traumas y heridas profundas. Es muy posible, que estas vengan de cómo fue nuestra infancia, y el no superar este tipo de situaciones en nuestra adultez, es porque aun adentro nuestro niño está herido y maltratado.

La imagen que nosotros tenemos de nuestro niño interior, es un símbolo mental. Este está estrechamente relacionado con nuestros recuerdos de la infancia. Nuestro lado infantil es sinónimo de creatividad, espontaneidad y mantener nuestra capacidad de asombro.

Lo maravilloso de los niños, es que ellos no se preocupan por el futuro, ni viven en el pasado. Por el contrario, ellos viven en el aquí y ahora, están en total sintonía con la experiencia de vida. Ese niño que llevamos por dentro, es nuestra fuerza vital. El nutre nuestra alma, lo que simboliza nuestra capacidad de amor.

Vamos a sanar nuestro niño interior

Una de las cosas que debemos hacer en primer lugar, es visualizarnos a cierta edad de nuestra infancia. Imaginate como eras fisicamente, si te es difícil, puedes ayudarte dándole una mirada a una fota tuya en esa etapa.

Empieza a visualizar cómo era tu cuarto, tu cama, el color de las paredes, tus juguetes y cómo te sentías. Ahora imaginate tu a tu edad adulta allí, en esa cuarto. Visualiza a tu yo niño en ese lugar, con sus miedos y emociones. 

Es posible, que consideres que este tipo de ejercicios no te ayudarán en nada. Pero abrazar a tu niño interno, puede ser una forma segura de sanar esas viejas heridas, que parecen no cicatrizar. Tratar ese recuerdo de nuestra infancia de una forma amorosa, es una herramienta que nos puede ayudar a superar temores y traumas como adultos.

Muchas veces sólo necesitamos recordar cómo nos gustaría ser tratado. Ser amable con nuestro niño interno, puede ser una gran forma de iniciar una fase de amor propio y autoestima necesaria. 

Dale amor, escuchalo y hablale. Ahora él estará bien, no se sentirá solo, sabrá que puede contar contigo siempre y cada vez que te necesite estarás allí, para él.  

Los efectos del ejercicio

Si has logrado llevar a cabo este ejercicio, es posible que tu imaginación se haya puesto a trabajar en la marcha. Entonces, habrás notado que esas inseguridades que te agobian, son un reflejo de lo que viviste en tu infancia.

Cuando como adulto te sientes bien con tu niño interior, no sientes vergüenza ni molestia, cuando decides tener un comportamiento algo infantil. En mi lugar, amo pasar por un parque y montarme en un columpio, disfrutar de películas para niños, y no me da miedo demostrarlo.

Ahora aquellos adultos, los cuales su parte infantil todavía está dañada. Ellos sienten vergüenza de mostrar esa parte creativa. Es importante que entendamos que todos en algún momento de nuestra vida, debemos volver a sentirnos niños. Es sano y maravilloso.

Si eres padre, empieza a disfrutar de los juegos con tus hijos, libera tu alma y revive esos hermosos momentos de nuevo, además de ayudar a tus hijos a tener recuerdos maravillosos y ser adultos más saludables y con confianza en ellos mismos.

Elaina Mirabal.- Reencontrarte.com.-

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